lunes, 24 de agosto de 2009

Entrevista // Javier Vidal, dramaturgo, director y productor radial (El Universal)

"Ya no sabes cómo hablar en radio"
"Mientras en la radio ya se está produciendo una censura y autocensura, en el teatro no"

Dos mundos convergen en Javier Vidal: el del teatro, ámbito en el que se ha desarrollado como actor, director y dramaturgo; y el de la radio, medio que conoce desde la teoría, como profesor, y desde la práctica, ya que tiene desde hace 10 años un programa junto con su esposa y colega, Julie Restifo.

El panorama que pinta el artista del país es desalentador, pero hay una buena noticia: dice seguir trabajando, tratando de hacerlo bien y respondiendo al papel de servidor público que le corresponde.

-¿Qué es lo más grave de la medida gubernamental de cerrar 34 emisoras y la promesa de acallar otras 200?
-Más que grave es gravísimo. En el espacio que uno tenía en la radio -en mi caso CNB era el número cinco- ahora está el sonido del silencio que es el más parecido al de la muerte.Y la gravedad que le estoy viendo es la autocensura que nos hemos impuesto. Uno ya está midiéndose por completo de todo lo que dice, ya no sabes cómo hablar en radio. Después de 25 años dando radio en la Universidad Católica Andrés Bello, yo no sabría ahora cómo dar radio porque son tantas las restricciones y el terror que hay, que uno no se atreve a hablar.

-¿Entonces sí es posible acallar las voces disidentes?
-Yo creo que sí. En los medios radioeléctricos, sí, y en la calle igual. A donde no van a llegar es a la libertad de pensamiento, porque, imagínate, tendría que haber alguien que te diga: 'Deja de pensar lo que estás pensando'. Y es que la historia nos ayuda en eso: yo tengo formación de lo que sucedió en España con Franco, que era un Gobierno militar; nosotros sabemos lo que pasó con Pinochet en Chile, donde la censura era eminentemente política, ideológica, no había censura moralina, que, por cierto, aquí sí hay, porque como éstos heredan la Revolución Cubana que es pacata, puritana, moralina...

-¿Qué nos queda entonces, terminar de caminar hacia el paredón para que nos fusilen?
-Una, es acostumbrarnos a vivir de esta manera porque ¿cuántos somos los que pensamos así? De lectores, 5 millones, que no se van a ir del país; otra es que haya realmente una cosa de peso en la que se registre no un salto de talanquera, sino una conciencia de que así no se puede vivir tampoco. Pero yo parto de que este es un Gobierno militar, tiene las armas, los poderes están sometidos.

-¿Y ni siquiera el teatro es un consuelo?
-Indudablemente que mientras en la radio ya se está produciendo una censura y autocensura, en el teatro no. Éste se escapa, huye de eso, por ahora, hasta que no comiencen a dedicarse y creo que el género de la comedia es el que se presta más para la protesta, a través de la burla, el escarnio, la ironía.

El mundo de las tablas -A propósito del teatro ¿Siente que el gremio está preparado para la crítica?
-Quizás nunca lo estuvo; ahora menos... Yo creo que nos estamos acostumbrando un poco, a lo mejor por razones políticas, a la loa. Nos gusta más la loa que la crítica concienzuda, que la confrontación de ideas estéticas.

-¿Qué problemas detecta en el teatro venezolano actual?
-El primero es físico, se están perdiendo los espacios de teatro propiamente dichos. La caída del Ateneo de Caracas, la pérdida del Teresa Carreño, la confiscación del Teatro Nacional y el Municipal, la ausencia de un teatro como Cadafe, como Cantv... todo lo que fueron teatros-teatros han desaparecido, entonces surgen estas salas que son muy buenas, interesantes, pero responden al teatro que se está haciendo en la última década: Trasnocho, Teatrex, dentro de poco se abrirá otro espacio premium en Los Naranjos; van a abrir el teatro Santa Fe que es un auditorio... Lo que digo es que no son teatros con espacios laterales para movimiento de escenografías, con tramoya, camerinos adecuados, sino un teatro que al ser privado e independiente, tiene que solventar los gastos de un espacio como éste, entonces programan doble, triple, función al día. Es una especie de estacionamiento. Y no quiero ser peyorativo con esto.

-¿Siente que hay una brecha generacional, algo que hacen los jóvenes que los experimentados no entienden?
-Pues hasta ahora no se ve. El trabajo de Juan Carlos Souki (El jardín de los cerezos) me parece muy bueno, pero no ha presentado nada diferente al de Dairo Piñeres, que es un joven director. Tumbarrancho... Yo entiendo muy bien lo que hace Karin Valecillos (dramaturga) y yo conectaría con ella en el caso de que tuviera que trabajar con su grupo como actor o si tuviera que dirigir una de sus obras, pero yo no siento esa brecha, todavía no la veo.

-¿Podría hablarse de un teatro revolucionario?
-No. Hay un desplazamiento sincrónico desde los últimos 15 años, porque estamos igual. No creo que el problema sea a partir de la entrada de Hugo Chávez. Con Rafael Caldera comenzó la debacle teatral.

-¿Se corresponde la cantidad con la calidad del teatro en la cartelera caraqueña?
-Propuesta variada no hay del todo; sí que hay cantidad. Y creo que hay una calidad desde el punto de vista de que todos son profesionales, tanto así, que a veces incluso prela lo económico sobre lo estético. Hay algunas cosas que yo no comparto del todo y que son innecesarias. Y me atrevo a mojarme los pies como siempre lo he hecho: una actriz, vedette, como Norkys Batista, no necesita hacer un espectáculo con ese título. Desconozco la obra y no me voy a acercar a verla porque no tengo ningún interés en una obra que se llame Orgasmos, pero una artista como ella es la que se podría atrever a hacer un Chéjov, un Shakespeare, un Göethe, algo realmente trascendental y no algo inmanente, intrascendente, oportunista, como puede ser esto, porque ella es una persona que es significante. El significante de Norkys Batista atrae al gran público, este es el momento en que ella tendría que explotar su imagen para dar lo mejor del arte.
-Pero eso sería casi un sacrilegio para quienes piensan que las figuras de televisión invaden el "sagrado" espacio de las tablas.
-Afortunadamente las tablas han dejado de ser sagradas, quizás lo eran cuando yo comencé, pero yo creo que no hay invasión alguna. En Venezuela el actor es actor y todos hemos tenido que estar en todos los medios. Norkys ha hecho televisión, la vi montando un Jean Genet al lado de Elba Escobar, dirigido por Karl Hoffmann y estaba la sala llena. Entonces uno dice, ella es un canal de comunicación muy importante. Yo creo que el actor dejó de ser de televisión o de cine o de teatro exclusivamente, el actor ya no tiene apellidos en ese aspecto. Si la gente lo dice eso me suena a resentimiento, porque hacer televisión tampoco es fácil.

-¿No se ha convertido el teatro en el receptáculo de las cosas que ya no se ven en televisión o radio, como programas de humor, buenas telenovelas, infantiles, lecturas..?
-Esa pregunta quizás corresponde más a un sociólogo, pero bienvenido y que así sea porque el teatro es ocio institucionalizado; es decir, en todas las urbes, el teatro forma parte del presupuesto de la clase media, el ser urbano sale de su casa y quiere llenar ese espacio de ocio. Gabriel García Márquez le preguntaba al autor de El derecho de nacer por qué escribió esa novela y éste respondía, "Porque el público quiere llorar y yo le doy una excusa". Aquí tendríamos que decir que el público quiere reír y ahora el teatro le está dando una excusa. Por eso hay una proliferación del género de la comedia sobre el de la tragedia.

-¿Y eso no es evasión?
-Sí. Pero es imposible pensar que cuando se monta El Tartufo de Molière haya solamente evasión, ahí hay una profunda reflexión en torno a la hipocresía de la Iglesia. Yo creo que la comedia es para que la gente tenga la posibilidad de reírse, desconectarse, evadir. Por eso uno también descansa, porque el cuerpo lo necesita. El cuerpo necesita además de comer y hacer el amor, tener la posibilidad de reírse. El teatro actualmente que estamos haciendo en la metrópolis es un teatro de servicio público, nosotros somos como las enfermeras, los bomberos, estamos ayudando a drenar, a sobrellevar, purgar lo malo...

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